HISTORIA DE GRÀCIA

Una aproximación a la villa de Gràcia 1625-1934

El territorio de la villa de Gracia con casi cuatrocientos años de historia pasó de ser un terreno baldío lleno de arroyos y torrentes a convertirse en unos de los barrios más preciados de la ciudad de Barcelona.
La historia de Gracia arranca en 1625, cuando Josep Dalmau, que había sido asesor de la Alcaldía General y de la Audiencia, además de consejero de Barcelona, ​​a la muerte de su mujer Lucrecia Balcells, decidió hacer una donación para fundar un nuevo convento de los Carmelitas Descalzos, con la condición de que éste tenía que estar bajo la advocación de San José y de Nuestra Señora de Gracia.
Para tal fin, se adquirió en 1626 la finca llamada Torre Guinardó, propiedad de Mariana Medio, junto a la riera de Vallcarca, pero en el término municipal de San Vicente de Sarrià, entre el camino real y el arroyo que bajaba del Tibidabo . Un lugar que tenía la ventaja de disponer de una pequeña capilla construida en la cima de una pequeña colina, el Putget, donde podía instalarse una pequeña comunidad carmelitana y que se convirtió en el núcleo inicial del futuro convento de Santa María de gracia.
La construcción de este nuevo convento fue confiada a fray José de la Concepción, arquitecto de la orden que había construido también los templos de Mataró, Vilanova y la Selva del Camp. Las obras comenzaron en 1628 y, en 1630, el convento, ya acogía los primeros frailes novicios. Unos años después, en 1658 se colocó la primera piedra del nuevo templo que se terminó a los veinte y cuatro años, en 1687.
Terminada de construir la iglesia, comenzaron las discrepancias con el obispado sobre quién tenía la potestad de hacer la bendición. Por un lado, estaba el rector de la parroquia de Sant Gervasi, que debía ser él, mientras que la comunidad carmelitana, quería hacer valer los privilegios de su orden para hacer la consagración.
Ante esta situación, los Carmelitas decidieron hacer uso de sus privilegios e inauguraron la iglesia el 3 de abril de 1687, tres días antes de la fecha señalada, sin invitar a las autoridades civiles ni parroquiales. Para esta celebración, que comenzó a las 8 de la mañana y se prolongó hasta las 10 horas, contando con la presencia de un notario y dos testigos, para dar fe de la ceremonia.
Dos horas después de esta ceremonia, llegó al convento un escrito del obispado prohibiéndolo. Como respuesta, la comunidad remitió al obispo una copia del acto notarial que daba fe de su bendición. Cerrándose de este modo el conflicto de jurisdicción.
En cuanto a los primeros caseríos que se construyeron en la ciudad está el de Ca l’Alegre, cerca de los Josepets, en 1688 y el de Cal Comte, donde hoy se encuentran las calles de Escorial y Legalidad, el 1695. El resto de masías como, can Trilla, can Xirot, hay Calic, can Mallorca, can Xipreret, can Sampere, can Fuegos, es el Arquero, entre otros, se levantaron a lo largo del siglo XVII, como el palacio de la Virreina de Gràcia, que se construyó en 1773.
A pesar de su poca expansión demográfica, los Josepets y una parte del territorio de la ciudad jugaron un papel de cierta importancia primero, en 1697, en medio de la guerra de los nueve años, cuando Luis José de Vendôme, puso cerco a la ciudad de Barcelona el 5 de junio, todo dirigiéndolo desde los Josepets, hasta la capitulación de la ciudad el 10 de agosto de 1697. y el segundo, durante la Guerra de Sucesión, entre el 1713 y el 1714, cuando en el ofensiva Borbónica para conquistar Barcelona, ​​el ejército francés, dirigido primero por el duque de Popoli y finalmente por el duque de Berwick, instalaron también servicios militares a Josepets.
Aparte de este conflicto el resto del siglo fue tranquilo. Como se ha citado anteriormente, en Gràcia, poco a poco, se fueron construyendo diferentes masías por su territorio, y que en aquellos momentos dependía administrativamente de la ciudad de Barcelona.
Llegados a finales del siglo XVIII, propietarios y emprendedores empezaron a trabajar en diferentes proyectos para urbanizar algunos terrenos, de aquel lugar llamado Gracia, con la idea de reconvertirlo de espacio rural en espacio urbano. De estas urbanizaciones, la primera en importancia, fue la de la Rosa Castellón Galvany, una pieza formada por las actuales calles Gran de Gracia, la Travessera de Gracia y la Riera San Miguel en 1802 y la de Baltasar de España sobre diferentes tierras del calle Grande, banda Besòs, en 1806.
A pesar de las buenas expectativas que generaban estos proyectos, todo esto se vio truncado por la Guerra del Francés (1808-1814) un hecho que paralizó todas las iniciativas de planificación. Terminado el conflicto, se retomaron de nuevo las urbanizaciones. En 1826 con la de Baltasar de España y en 1835 la de Rosa Castellón Galvany.
Pero es a partir de 1830, cuando el proceso de transformación de la ciudad, coge un empuje imparable, que se prolongará a lo largo de todo el siglo XIX. En 1830, se urbanizó la pieza propiedad de Águeda Trilla, de donde surgió la plaza Trilla y su entorno. En 1831, propiedad de Marc Olives, se ordenar la plaza del Rey -hoy plaza de la libertad- y su entorno. El 1832, Magí Ferrer, urbanizaba un terreno que tenía entre Travessera de Gracia y la actual calle Padre Claret, una parte de la que años más tarde se convertiría en el paseo de San Juan.
En 1834, se parcelar unas tierras que Francisco Xatart, tenía en el lado montaña de la calle Bonavista, entre el paseo de Gracia y el Torrent de l’Olla. En 1836, como resultado de la desamortización de Mendizábal de 1835, Paula Pava y Galvany, pudo urbanizó el espacio de la plaza de Oriente -hoy plaza de la Vila de Gràcia y su entorno. También este año, Antoni Rabassa daba forma a las actuales calles de Bretón de los Herreros y de Aulestia Pijoan.
En 1837, se ponía en marcha en Gracia, la primera fábrica de cerillas fosfóricos del país y la fábrica algodonera Vilaregut, conocida como el Vapor Vell y ubicada esta última, donde hay hoy calle Peligro. Un hecho que propició que Felix Casañas y Josep Andreu, modelaron en las calles de Libertad entre el Torrent de l’Olla y Milà i Fontanals, Tordera, Progreso y Lealtad -hoy fraternidad-.
En 1839, se modernizó la fábrica que había en la Travessera de Gràcia con Torrent de l’Olla, dotándola de vapor y pasando a ser conocida como el Vapor Nou. De este año es también la urbanización de Salvador Ruisiñol de una parte de la calle San Salvador. En 1840, Joaquim Mas, parcelar la plaza del Sol y su entorno.
En 1843, se ordenó la primera pieza segregada de los antiguos terrenos del palacio de la Virreina de Gracia, propiedad de Francisco Alsina, de donde surgió la plaza Isabel 2ª -hoy plaza de la Revolución- y su entorno más cercano y las tierras de Pedro Castellet que delimitaban con las calles de Torrijos, Torrent d’en Vidalet y Travessera de Gracia y que originaron las calles de Ciudad Real y Ramón y Cajal.
Dos años más tarde, en 1845, se urbanizaron dos piezas pequeñas, una propiedad de Bartolomé Cortés y Tadeo Modolell, que llamaron calle Cortés como uno de sus propietarios y que más tarde se cambió por el nombre de Hernán Cortés y que finalmente tomó el nombre de Mateo y otra, la de Felipe Claramunt que dio paso a la calle Congost.
En 1850, impulsada por el joyero José Rosell, se hizo una de las ordenaciones más importantes de la ciudad, sobre otra pieza segregada de los antiguos terrenos del palacio de la Virreina de Gràcia y que da paso a la plaza del Diamant y las calles del alrededor, bautizados con el nombre de diferentes piedras preciosas, además de la calle Ancha -hoy Verdi- la segunda vía en importancia a la villa y que tomó el nombre de otros tramos ya urbanizados. Una calle que popularmente también se le ha conocido como la calle de las Monjas.
En 1860, Ramón Martí y Pau Vilaregut, urbanizar el espacio de la plaza del Norte y su entorno. En 1861, Manuel Torrente, Miquel Massens y Antoni Rabassa, encargaron a Antoni Rovira i Trias urbanizar la plaza Rovira y sus entornos. En 1877, se ordenaban las tierras de los hermanos Joanich, con el resultado de la plaza Joanic y su alrededor. En 1883, urbanizaba otra pieza de los antiguos terrenos de la Virreina de Gracia, propiedad del Hospital de la Santa Cruz y donde se construyó la iglesia de San Juan con las piedras del palacio y donde en una de sus paredes laterales acoge el dintel de una de las ventanas de esta casa señorial, también se dio forma a la plaza de la Virreina y las calles de alrededor.
A inicio del segundo tercio del siglo XX, en 1934, se parcelar las tierras de cultivo de la finca de Cal Comte, de donde salieron entre otras las calles de Escorial y de Pi Margall.
Dentro de esta transformación urbanística que sufrió Gracia desde los inicios del siglo XIX hasta inicios del siglo XX, con la llegada de personas de todos los rincones de Cataluña, su demografía experimentó también un crecimiento muy importante.
En este sentido, Gracia pasó los pocos cientos de vecinos que había antes de la Guerra de la Independencia, a las 2.608 personas en 1821, en pleno período liberal y de autonomía municipal. A los 3.000 habitantes una década después, en 1830, poco antes de las primeras grandes urbanizaciones. Arrancadas las grandes parcelaciones y la aparición de las primeras fábricas en 1848 llegaba a las 12.000 almas.
En 1850, lograda por segunda vez la autonomía municipal, Gracia reunía los 13.548 vecinos. Entre 1850 y 1860 procedentes de diversas comarcas de Cataluña, llegaron a la ciudad una media de unas 650 personas al año, llegándose, en 1860, a los 19.969 habitantes, una cifró que año tras año va en aumento hasta llegar en 1877 a las 33.766 personas.
En la década de 1890, el incremento de población siguió aumentando hasta los 45.042 Gracienses en 1890, 50.000 aldeanos en 1895, y 61.935 vecinos en 1897, momento en el que Gracia perdió su ayuntamiento, convirtiéndose en un barrio Además de la ciudad de Barcelona.
En 1897, con sus 61.935 habitantes, Gracia era la segunda ciudad de Cataluña y novena de España en población.
Ya integrada en la ciudad, Gracia siguió creciendo y en 1905, llegaba a los 70.334 habitantes.
En estos casi cien años, la villa de Gracia experimentó un cambio territorial general, un incremento demográfico importante y un enriquecimiento socio cultural, sin precedentes en Cataluña en tan poco tiempo, al converger en la villa gente de todas partes, con sus culturales , sus tradiciones, sus oficios, y su manera de ser, formando todos juntos una nueva sociedad, la gracienca, una manera de ser y hacer que ha perdurado hasta la actualidad.

Josep Maria Contel
Taller de Historia de Gracia Centro de Estudios

Josep Maria Contel. Taller de historia de Gràcia